Siempre hay un roto para un descosido.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Nunca he sabído muy bien como se olvida.

No volvímos a vernos y yo borré su numero de telefono. Nunca he estado segura de como se olvida pero aquella me pareció una buena forma de empezar. Aún así hoy, se me sigue enfriando el café por las mañanas mientras espero que te levantes y vengas a desayunar conmigo. Es como cuando tardas un poco en darte cuenta de que no estás soñando, de que la realidad es, que ya no pides comida para dos en un bar y que ya no te importa cambiar las sábanas de la cama tan amenudo. Así son las cosas: la rutina tarda un poco en darse cuenta de que ya no compartes tu felicidad con alguien. He dejado de cantar en la ducha porque nadie me manda a callar y he llenado la nevera con botellas medio llenas (o medio vacías). Quizá se me están amontonando las razones para buscarte y pedirte que vuelvas a recoger los trastos que te dejaste al irte, yo uno de ellos. Uno de tantos. Y luego están todas esas promesas a las que no les has echo justicia, y todas esas palabras bonnitas escritas en los vahos de los espejos, en los que ya no me miro porque verme sin ti me hace hundirme un poco mas. En lo referente a tocar fondo siempre he sido muy competitiva, veréis. Y yo que siempre he querido tocar el cielo, el de su boca, y lo toqué, y me quedé allí porque las vistas eran preciosas. No sé, a lo mejor la mejor forma de olvidar a alguien es conociendo a otra persona a la que no quierad olvidar. Pero claro, a ver como cojones tengo yo valor de abrirle la puerta al amor si la última vez que vino solo lo hizo para desordenarlo todo. Y lo desordenó tanto, y tan bien que aún hoy paseo y encuentro cosas que no deberían estar ahí. Entonces es cuando te abres una lata de cerveza y piensas que irónico es que exista gente que te pida que sonrías. Y esque sonrísas quedan, lo que no quedan son motivos. Que yo supongo que, estas cosas pasan, ¿No?.

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